Comienzos del descubrimiento

Remontándose un poco antes hacia 1876, podemos considerar el descubrimiento de oro en la costa norte de Cabo Vírgenes, cuando el vapor Francés Arctique encalló en aquel lugar, y la expedición que fue a su rescate, sobre el vapor chileno Amadeo, encontró oro casualmente en las barrancas costeras, aunque se debate, que fueron los mismos náufragos de aquel barco pesquero, quienes por la necesidad de encontrar agua potable, hicieron un pozo en el cual se encontraron con pequeñas partículas de oro entre la arena removida.

“El oro se presentaba en acumulaciones morénicas y depósitos glacifluviales. Las mareas y el oleaje movilizaron los sedimentos de los depósitos glaciales submarinos originando zonas de importante concentración de minerales. El oro podía hallarse en las arenas de la playa en forma de polvo, escamas y con menor frecuencia de pepitas”. Así lo detalló María Laura Borla y Marisol Vereda en su libro “Explorando tierra del Fuego”.
Debido a esta noticia se encendió la chispa que motivó a la gente del estrecho, y que llamó también el interés de gran cantidad de gente de otras partes del mundo, que viniesen a explorar las tierras vírgenes de Tierra del Fuego.

Si ya la ganadería y la explotación forestal sirvieron de iniciativa para la expansión en el territorio patagónico continental, la existencia de aquel preciado mineral fue la razón del doblamiento colonizador de Tierra del Fuego. Si ya Serrano había llegado a Punta Arenas, la noticia del oro se divulgó de inmediato, generando revuelo en los alrededores locales, cuando Porter retornó y dio a conocer los resultados de su exploración, el interés popular subió hasta un grado de excitación, que llevó la noticia hasta el centro de la Republica, rebalsando los limites locales y nacionales.



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