JULIO POPPER EL DICTADOR FUEGUINO.



Entre tanto aventurero que llego a las playas de Tierra del Fuego vino a caer uno que resultó genial. Ese fue el ingeniero rumano Julio Popper, este abarcaba más bastos horizontes. Le bastó visitar la mentada Zanja a Pique para advertir que la existencia de oro en la arena de la playa no debía ser exclusiva de ella pues más al sur, al otro lado del estrecho, en el litoral atlántico fueguino, la estructura geológica de la costa era idéntica.

El 7 de septiembre de 1886 Julio Popper salía de Buenos Aires dispuesto a reconocer la isla de Tierra del Fuego por sus cuatro costados. Iba al mando de un grupo de dieciocho individuos, bien armados y abastecidos. Los gastos de la expedición los sufragaba un caballero de esta capital, el doctor Joaquín María Cullen.
Popper encontró oro en la bahía de San Sebastián, en un lugar que denominó El Páramo. Y en una segunda expedición al año siguiente, luego de haber dejado organizada en Buenos Aires una compañía minera denominada “Compañía Lavaderos de Oro del Sud”, instaló allí un importante establecimiento con poderosas bombas movidas a vapor para extraer el agua del mar.

No tardo en conocerse este nuevo hallazgo de oro y entonces tal como en cabo vírgenes, los aventureros brotaron desde todas direcciones, especialmente de Punta Arenas. Mas Popper no era hombre de dejarse arrebatar las pertenencias. Durante un periodo de varios años, Popper mantuvo en Tierra del Fuego un dominio dictatorial. Se sintió dueño de aquel lejano territorio. Además de organizar su guardia pretoriana, creó sellos postales y hasta moneda circulante. Esta ultima era de uno y cinco gramos de oro.


Sello postal, con las herramientas de la minería y
la inicial “P” de Julio Popper.
Su valor de 10 centavos oro y realizados en color rojo.

Anverso: "POPPER" en el centro, sobre fondo punteado
que representa tierra mineral.
Leyenda circular "TIERRA DEL FUEGO 1889"

Reverso: En el centro pico y martillo en Sotuer, sobre fondo punteado que representa tierra mineral.
Leyenda circular "EL PÁRAMO"- " UN GRAMO".




Es claro que estas iniciativas, que la Constitución Nacional reserva sólo al poder público, hirieron la dignidad de los funcionarios que estaban a cargo de la Tierra del Fuego, con los cuales Popper chocó estrepitosamente. Entretanto, el ataque a mano armada a los mineros puntarenenses originó la ira de aquella población vecina, las que se manifestaron en mítines, reclamos y protestas.



En una ocasión, un grupo de chilenos avanza más de lo debido en las tierras de Popper y éste, junto a sus hombres, los detiene, atacándolos con armas de fuego. Los buscadores de oro vuelven a su ciudad donde, ya a salvo, cuentan mil fantasías sobre el despotismo del rumano. A raíz de este incidente, la ciudad de Punta Arenas, enfurecida, se reúne en la plaza principal donde sus habitantes, a gritos, piden la cabeza del rumano.


Popper es frecuentemente mencionado entre los "cazadores de indios" que formaron parte de la campaña de exterminio de la población autóctona de la Patagonia. Se desconoce la cantidad de indios que habría matado, pero las pruebas apuntan a que sí intervino en las cacerías y sí tomo parte en el genocidio.

Dueño de una de las mayores leyendas de la Patagonia austral, Popper fue un emperador en potencia que sedujo a los popes de la Generación del 80, en Buenos Aires para introducir la fiebre del oro en Tierra del Fuego, donde fundó una ciudadela. También manejó su propio ejército y una comisaría. El Páramo, donde funcionó la “cosechadora” fue, bajo sus dominios, el sitio más poblado de la isla lo que derivó en un enfrentamiento con el gobernador Féliz Paz. Murió, se cree, envenenado por sus enemigos poderosos cuando, a los 35 años, diseñaba un plan para conquistar el Polo Sur y ampliar así sus dominios.

La historia dice que los restos del rumano desaparecieron, no obstante ello, su entierro se realizó en el cementerio de la Recoleta, en Argentina, a cuyas exequias asistió gran parte de la aristocracia porteña.

El cabo Vírgenes desde 1876, la bahía de San Sebastián desde 1886, la bahía Slogget en 1889, y posteriormente a esta última fecha, las islas Picton, Lenox, Nueva y Navarino, situadas al sur del canal Beagle, fueron teatro animado de la quimera del oro. Después – primeros años del siglo XX - sobrevino la gran desilusión. Llego un momento en que el cascajo, la tosca y la arena, mil veces removidos, lavados y vueltos a remover, ya no dieron más de sí.

Los aventureros de tanto perseguir y adorar el vellocino de oro, no pensaron en otra cosa ni cayeron en la cuenta de que el mejor vellocino era el vellón. La quimera del oro se ha esfumado en la bruma de la leyenda fueguina, mientras la realidad se impone en la forma de la lana de centenares de miles de ovejas que pacen en sus ricas praderas.

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